Una mañana soleada de verano, un gallo de colores salió a dar un paseo por el campo. Hacía poco que el dueño de esa tierra había sembrado, así que sabía con seguridad que allí encontraría semillas y con suerte algún pequeño gusano que llevarse al pico.
Andaba distraído escarbando por aquí y por allá cuando vio que una zorra surgía sigilosamente de entre la maleza que rodeaba la finca.
– ¡Uy, esa zorra viene a por mí! ¡Tengo que ponerme a salvo!
El gallito de colores miró rápidamente a su alrededor y divisó un único árbol a pocos metros de donde estaba. Sin tiempo para pensar en un plan mejor, echó una carrera sin parar de aletear y se subió a la copa.
Unos segundos después la zorra llegó jadeando hasta el tronco, miró hacia arriba y le gritó:
– ¡Hola, amigo gallo! ¿Por qué has huido de mí? No entiendo qué haces encima de ese olivo… ¿Es porque te doy miedo?
El gallo, temblando como un flan, le contestó:
– Pues sí… ¡Para serte franco, tu presencia me produce auténtico pánico!
La astuta zorra, que quería que el gallo bajara para hincarle el diente, puso cara de buena y empezó a mentir como una bellaca.
– Vaya, pues no sé por qué me temes ¿Acaso no te has enterado de que en esta zona hay una nueva ley?
El gallo puso cara de sorpresa y sintió curiosidad. Sin moverse ni un pelo de la rama a la que estaba aferrado, preguntó:
– ¿De qué nueva ley me estás hablando?
La zorra, muy ladina, continuó con su pantomima.
– ¡Ay, qué poco informado estás!… Esta semana se ha publicado una nueva ley que nos obliga a todos los animales y humanos a vivir en paz ¡Tenemos absolutamente prohibido hacernos daño los unos a los otros!
El gallo la miró fijamente a los ojos y no sintió buenas vibraciones. Algo en su interior le decía que no se fiara lo más mínimo de esa raposa de pelaje rojizo y hocico puntiagudo con buenas dotes de actriz.
– ¡Eres una mentirosa! ¡Tú lo que quieres es comerme!
La zorra se esforzó aún más en parecer convincente.
– ¡Te juro que no te estoy engañando! Por lo que veo es una ley que todo el mundo conoce menos tú… ¡Baja y te explicaré con calma todos los detalles!
El gallo empezaba a dudar ¿Y si no estaba actuando y decía la verdad?…
La zorra iba a abrir la boca para continuar su patraña cuando de repente escuchó un ruido a sus espaldas. Se giró y descubrió con espanto que eran dos cazadores armados hasta las cejas.
– ¡Oh, no, estoy en peligro!… ¡Yo me piro!
La zorra echó a correr como alma que lleva el diablo y el gallo desde arriba le gritó:
– ¡Eh, amiga!… ¿Por qué huyes? ¿No decías que todo el mundo conoce la nueva ley de paz entre hombres y animales? Si es así esos tipos no van a hacerte daño y no tienes nada que temer.
La raposa, en plena escapada, vociferó:
– Ya, ya, pero cabe la posibilidad de que los cazadores tampoco se hayan enterado de que esa ley existe ¡Adiós y hasta nunca!
La zorra había querido engañar vilmente al gallo de colores pero le salió mal la jugada y quedó al descubierto que había mentido.
El gallo permaneció un ratito más en la copa del árbol, y cuando todo volvió a la calma, regresó tranquilamente al campo en busca de una deliciosa lombriz para saciar su apetito.